sábado, 22 de octubre de 2011

SENSACIÓN

A veces tengo la sensación de que me estoy despidiendo.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Qué hago

La vida me está venciendo.

viernes, 31 de julio de 2009

REGRESO

Cuando el pasado se convierta en futuro
y el presente se te haga más duro
entonces, sólo entonces, me recordarás.

sábado, 4 de julio de 2009

LA HISTORIA DE UNOS OJOS NEGROS

No era un chico cualquiera, aunque pasaba desapercibido. Sus piernas eran largas, fuertes y musculosas. Su tronco recto y espaldas anchas, con un abdomen bien definido. Su cuello largo y fuerte, y su rostro tenía facciones muy marcadas y anguladas. Tenía abundante cabellera negra y ondulada. Unas cejas gruesas y pobladas; Sus ojos tenían forma de almendra, con un iris muy redondo y grande, de un negro intenso; profundos y algo misteriosos y, su sonrisa, ¡ay! su sonrisa. Era dulce como la miel.

Tenía un toque de inocencia y timidez cada vez que esos labios se abrían un poco y dejaban entre ver un trocito de sus blancos dientes y que unido al brillo de sus ojos lo hacían la persona más encantadora de esta tierra. Al menos para mi; y seguro que para usted también, si lo hubiera conocido, claro. Bueno, volviendo a sus ojos. Yo solía decir que si sabías mirarlos, podían hablar por él y, lo mejor de todo, era que no le dejaban mentir. Digo –lo mejor de todo- porque me gustaba indagar en ellos. Él, con frecuencia, trataba de esconderlos; bajaba la mirada en un intento por ocultarlos de todo aquel que supiera leerlos. Era consciente de que lo delataban y se sentía desnudo y desprotegido. Yo solía hurgarlos cuando quería descubrir algo. Eran ventanas abiertas para todo aquel que supiera mirar. Aunque, mas que ventanas, diría que eran puertas abiertas. Puertas que, si las atravesabas, te permitían ver sus vivencias y sus fantasías, eso creo. Pero, había que tener cuidado. No siempre lo que se veía era placentero. Muchas veces asustaba y otras aterraba. Juro que una vez vi asomar la cola de un dragón por su iris. Era verde y escamosa.

Tuvo una infancia como la de cualquier niño –me decía– aunque en sus ojos descubrí que no decía la verdad. Ahí estaban ellos otra vez, desmintiéndolo, descubriéndolo. Me di cuenta de que me mentía. No era verdad. A cualquier niño no le sucede lo que le sucedió a él. Lo bueno es que nunca se sintió victima. Nunca se vio como una persona o animal sacrificado o destinado al sacrificio. Tampoco sintió que se exponía u ofrecía a un grave riesgo en obsequio de otra, tampoco culpó a nadie de aquello. Siempre pensó que quejarse era buscar la compasión de los demás y eso es algo que detestaba aún desde tan temprana edad. En fin no seré yo quien lo cuente, –de haber sabido lo que iba a ver no lo hubiera hecho-, ya lo hará él, si quiere y, cuando quiera. Nunca me importó conocer sus historias.

Nunca esperé a que me las contara. No me importó si quería que me enterara o no. Pero, ahí estaba yo, revolviendo, escarbando y meneando cosas en su interior. Se le hacía muy difícil odiar a alguien, pero creo que conseguí que lo hiciera conmigo, -o yo con él. Sí, a veces creo que llegué a odiarlo-. Fue una de las pocas cosas que conseguí en la vida, hacer que alguien con un alma limpia y buena, me odiara, y tenía motivos y razones para hacerlo. Recuerdo que una vez me dijo que desde muy niño sus padres le decían que tenía que ser bueno y me dijo que, para bien o para mal, él se lo había creído. Se preguntaba si le había servido de algo. Qué había conseguido siendo así. Me dijo que lo sabría cuando estuviera en sus últimos días y sentí miedo. No sé porqué, pero sentí mucho miedo. ¿Qué pasaría conmigo si él se marcha para no volver?. ¿Desaparecería yo también?. Creo que fue la primera vez que tuve conciencia cierta de lo que era morir y, sentí el vacío de no haber hecho o conseguido nada en la vida. Qué habrá sido de él. Dónde estará.

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Había un camino de tierra. Pero, no era tierra común. Estaba muy compacta. No levantaba polvo y su color; su color era de un rojo ladrillo muy intenso. No parecía un color natural, por lo menos de los que yo había visto hasta ese momento, me preguntaba que tipo de tierra podía ser esa. Intenté coger un puñado y me fue imposible. Esa tierra no está hecha de ningún material desmenuzable del que se compone el suelo natural. no había manera de poder desprender un trozo de ella.
A ambos lados del camino había unas lomas, una al lado de la otra, no muy altas y cubiertas de un césped verde, muy verde. Me recordaba al verde del césped artificial que se utiliza en algunos campos de fútbol, pero éste no era artificial ya que pude arrancar un puñado de esta hierba corta, me llevé algunos trozos a la boca y los mordí con mis incisivos para cerciorarme de que no me equivocaba. Al morder, pude sentir como se desprendía un liquido de ésta hierva y que al contacto con la punta de la lengua comencé a segregar saliva, que mezclada con ese líquido, se extendió rápidamente por mi boca y que al entrar en contacto percibí un sabor tan amargo, que de una manera involuntaria mi lengua se retrajo, se formo un bolo de saliva y hierbas y fue escupida con tanta fuerza que paró a dar a dos metros de mi. Con el brazo intenté limpiarme los restos de esta mezcla que había quedado en mis labios. Ese mal sabor siguió acompañándome por un buen rato.

También había muchos árboles, aunque estaban muy separados los unos de los otros. Me llamaba la atención lo simétrico que eran. Parecía que los hubieran recortado de un cuento infantil y pegado en el paisaje. Sus troncos eran muy redondos y el color de éste y de sus hojas tampoco era natural. El color del tronco me recordaba más al del chocolate y el de sus hojas era muy oscuro y opaco. Colgaban de sus ramas unos frutos que nunca antes había visto. Cogí uno de ellos he hice el intento de llevármelo a la boca pero no me atreví a morderlo. Tenía todavía el sabor amargo que me había dejado la hierba y temí que me sucediera lo mismo con ese fruto desconocido, así que lo arrojé al suelo.

Se encontraban también unos arbustos sin hojas, sólo tenían unas ramas muy largas que se iban arqueando a medida que se acercaba a la punta y de la que colgaba una flor, estilo campana, cuya longitud era un poco más de una cuarta. Una vez más me llamaba la atención el color de cada una de ellas ya que no había dos con el mismo color. Dónde coño estaba. Qué lugar era éste del que nunca había tenido noticias y del que nunca había escuchado hablar. Sentí miedo de no saber regresar a casa. Volví al camino de tierra y seguí caminado, mirando de un lado a otro y siguiendo asombrándome por las cosas que veía.

Fijé mi vista en el horizonte y tuve la impresión de ver una columna de humo muy a lo lejos, pensé que ese fuego podía ser obra de alguien que pudiera orientarme y ayudarme a salir de este lugar. Aceleré el paso ya que supuse que me llevaría un rato largo de camino llegar hasta ese lugar. A medida que iba avanzando me encontraba con unos desvíos. En cada uno de ellos había un letrero en madera que decía -Por aquí se llega antes- no me atreví a tomar ninguno de ellos. Me parecía que el camino no quería que continuara y pretendía desviarme. Así que seguí caminando. Por mucho que avanzaba tenía la sensación de que la columna de humo también se alejaba en la misma distancia que había avanzado. Por suerte estaba equivocado ya que después de caminar durante varias horas, y que la noche empezaba a caer, noté que estaba más cerca de esa columna de humo. Apresuré el paso ya que no quería que la oscuridad se me viniera encima. Finalmente, y después de un par de horas más, pude divisar una cabaña. El humo que había visto salía de una chimenea. Una vez más me llamó la atención la forma de la cabaña. Parecía que la hubieran sacado de un cuento infantil. Me acerqué muy lentamente. No estaba seguro si debía llamar a la puerta ya que era muy tarde. Decidí mirar discretamente por la ventana a ver que veía. Así lo hice, y mi asombro fue que esa casa constaba de una sola pieza que estaba decorada de una manera infantil. Era obvio que era la habitación de un niño. Me fijé un poco más y vi que, efectivamente, había un niño durmiendo en la cama. Cómo podía estar un niño solo en una casa de una sola habitación y en un lugar tan raro. Empecé a escuchar un silbido, lo que hizo que me agazapara por temor a ser visto. Unos pasos se acercaban hacia la puerta de entrada a la casa. Escuché el campaneo de unas llaves y el sonido de una cerradura que se estaba abriendo. Me incorporé y miré nuevamente por la ventana, no podía dar crédito a lo que veía. Mi asombro era tal que sentí lo mucho que se abrían mis ojos con el asombro de la visión que estaba teniendo. De dónde había salido ese ser. Mi cuerpo entero se paralizo. No podía moverme. Mi respiración comenzó a acelerarse y sentí terror. Quise correr pero no pude. No podía despegar los pies de suelo. Mi temor fue a más y decidí quedarme tranquilo, no moverme, no respirar, esperar a que ese ser se fuera tal y por donde vino. Vi como poco a poco se fue acercando a la cama del niño, se arrodilló a su lado y acarició su cabeza suavemente. Sus ojos brillaban mucho. Apartó la manta que lo cubría y se introdujo en la cama con él. Se quedó acostado a su lado un buen rato, sin dejar de acariciarlo. Podía ver como su respiración levantaba el cabello del niño al mismo tiempo que tenia la sensación de sentirla en mi nuca. Sí, podía sentir la respiración de ese ser en mi nuca, lo que me paralizó aún más. Dejó de acariciarlo, se quedo mirando al techo y después de un rato se incorporó lentamente y comenzó a devorarlo. Empezó a arrancar trozos de aquel niño y a tragarlos uno tras otro. Disfrutaba con cada pedazo que tragaba. Intenté gritar, pedir ayuda, pero no salía ni una sola palabra de mi boca. Una vez acabado comenzó a regurgitar su bocado y expelió al niño, pero de una sola pieza. Se levantó y se marcho igual que había venido, muy calladamente. Yo no pude hacer nada más que llorar. No sé cuanto tiempo estuve llorando, sólo sé que el cansancio pudo más y me quedé dormido.

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Ahí estaba él, sentado sobre el tronco de un árbol caído. Los codos apoyados sobre los muslos y las palmas de las manos cubriendo su cara. No se la veía porque me encontraba a su espalda, pero podía intuir que estaba llorando. Muy calladamente fui rodeándolo para poder verlo de frente. No quería que se diera cuenta que estaba ahí. Aunque, en realidad ni se hubiera enterado, ya que yo estaba y no estaba. Me explico, no estaba presente en cuerpo, tampoco era en espíritu. Era sólo una figura etérea. Era como estar viendo a través de una pantalla y al mismo tiempo formar parte de escena.

Retiró las manos de su cara y enjugo sus lágrimas pasándose los antebrazos por las mejillas. Pero, ellas seguían fluyendo. Con mi cuerpo extendido fui flotando hacia él. Me acerqué a su rostro para ver más de cerca el recorrido de cada una de ellas. Estaba tan cerca que mi rostro se reflejaba en cada gota de llanto. Desprendían un destello que les hacía parecer piedras preciosas. También se reflejaba en ellas cada uno de los diferentes colores de la vegetación que nos rodeaba, lo que también les hacía parecer, por su colorido, gotas de caramelos que se deslizan por sus mejillas. Las había verdes por el color estival de las hojas de los árboles. Lilas, naranjas, rosas, azules por la variedad de la flora existente, celestes, por el reflejo del cielo en ellas y, todas en unos tono pásateles preciosos. Por un momento se me hicieron tentadoras y, algo dentro de mí me generaba un enorme deseo de probarlas. ¿Tendrían tan buen sabor como apariencia? Me acerqué un poco más y extendí mi lengua para recoger una que se deslizaba en ese momento. Era azul. Inmediatamente sentí un gran bienestar. Una paz increíble y la sensación de que todo saldría bien. Inmediatamente fui a por una amarilla y esta tenía un sabor algo más ácido. Trajo a mi mente recuerdos de mi niñez

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¿cómo eres?
hasta hace poco creí que sabía quien era y como era. Pero, me di cuenta que no es así. He descubierto que hay muchos como yo, y no sé cual es el verdader, el autentico. Si es que en verdad existe alguno.

SENTIRES

La ventana se abrió y dejó pasar un pequeño soplo de aire.
De sus labios sólo se escucho una palabra – abrázame.

Luego dijo no te siento, no te siento..

Bruno, 04/10/2006

domingo, 7 de junio de 2009

TRÉMULO

Si tu osadía provoca esos temblores en mi, no dejes de ser osado. Quiero sentirlos, me gusta sentirlos. Cada uno de ellos te desea. Cada uno de ellos quiere desahogarse en ti. Cada uno de ellos te espera.
agosto 2008(bcr)

LECTURA

Los dos juntos, en un sofá grande, tú y yo sin zapatos, con calcetines, pantalones vaqueros y sin camisas, Sentados los dos, yo con las piernas abierta y estiradas y tú sentado entre ellas, mis piernas, con parte de tu espalda sobre mi abdomen y tu nuca en mi pecho, mientras te abrazo con mi brazo izquierdo y con el derecho sujetando un libro de poesía, tú muy cayado y atento a mi lectura.(bcr)